martes, 19 de enero de 2010

La Universidad ajusta cuentas con el franquismo


Don Mariano, bueno, sencillo, docto en su disciplina, amigo como pocos y con buen corazón, era gran amante de la concesión de becas, consiguiéndose numerosas debido a su iniciativa y llevando una de ellas su nombre”. Es la definición que se hace de Mariano Mota Salado (1887-1959) en la página web de un colegio público de Sevilla que llevó su nombre durante medio siglo y hasta el curso pasado.

Hasta entonces, el colegio ignoraba que ese hombre bueno, sencillo y docto en su disciplina fue el rector que practicó la más salvaje purga en la Universidad de Sevilla en el franquismo. La contradicción, por insólita que parezca, no termina ahí. Ese colegio se sitúa en un barrio obrero, San Jerónimo, histórico feudo comunista donde el ensañamiento de los falangistas fue devastador.

Es sólo un ejemplo, según historiadores y descendientes de represaliados, de que la ignorancia del pasado es tan persistente que la recuperación de la memoria histórica debería ser un compromiso unánime de todo el país. Y la Universidad, que perdió al menos un tercio de los docentes en estas purgas franquistas –asesinados, encarcelados, coaccionados, inhabilitados y exiliados–, ha comenzado a ajustar cuentas con ese pasado: censos, homenajes o retiradas de los símbolos franquistas son algunas de las iniciativas con las que la institución, con más o menos retraso, con más o menos timidez, intenta sacar a la luz lo que todavía cuesta ver.

Elaboración de censos

La de Sevilla acaba de aprobar una declaración que condena la purga y busca reparar el honor de los docentes represaliados. Además, está elaborando un censo –no existe uno generalizado–, cuyo avance provisional lleva contabilizados 58 profesores sancionados, entre ellos el poeta Jorge Guillén.“Sabemos desde 1939, ya que la propia Universidad publicó entonces un denominado Libro Áureo detallando sus biografías, quiénes fueron los estudiantes que murieron por Dios y por España durante la guerra. Pero desconocemos, 70 años después, cuántos estudiantes de esa misma Universidad fueron sancionados, expulsados o fusilados por pertenecer a algún partido republicano o a un sindicato obrero”, denuncia Leandro Álvarez, catedrático de Historia Contemporánea y miembro de la comisión para la recuperación de la memoria histórica. Editar las obras de los exiliados es otra de las recomendaciones.

Aparte de homenajes, la Universidad de Granada, según su vicerrector Miguel Gómez Oliver, ha extraído del olvido la figura del rector y arabista fusilado, Salvador Vila, cuyo nombre bautizó un aula de la Facultad de Filología. Su hijo, Ángel Vila, agradece la labor universitaria, pero admite que las reticencias por mirar atrás se deben a la “vergüenza y a que hay familias que aún creen en el fascismo”.

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