martes, 1 de diciembre de 2009

Retrato de los últimos días de Lorca


El primer aviso para Lorca llegó el 6 de agosto de 1936, cuando una escuadrilla capitaneada por el miliciano falangista Manuel Rojas siniestro protagonista de la matanza de Casas Viejas llega a la Huerta de San Vicente, donde se aloja el poeta, para hacer un registro. Aún no se lo llevan. Al día siguiente, Lorca rechaza una invitación a la huida. Quiere creer, confiar en que se imponga la razón. Pero el 9 de agosto diez hombres armados regresan a por tres hermanos del casero, Gabriel Perea, falsamente acusado de asesinato. Lorca, aterrado, cobra la certeza de que será el próximo. Esa noche se va en taxi a la casa del poeta Luis Rosales, hermano de dos destacados falangistas de Granada.
El poeta lee la prensa, escucha la radio y sólo encuentra motivos para el pesimismo, más aún cuando se entera de que una cuadrilla, encabezada por Francisco Estévez, ha ido el día 15 a la Huerta. Esta vez, lo buscaban a él. La madrugada del 16 fusilan a Manuel Fernández Montesinos, cuñado del poeta y ex alcalde.
Encerrado y asesinado
Los militares hacen inútiles los intentos postreros de trasladar a un Lorca ya deshecho. Lo detienen en la tarde del 16. Las gestiones ante el activista de derechas Ramón Ruiz Alonso fracasan. En el documental La maleta de Penón, Marta Osorio resume la soledad del poeta en la hora clave: "Nadie se expuso para salvarlo".
El escritor pasó del relativo optimismo a la preocupación. Después, fue presa del terror
Queipo de Llano, jefe rebelde en Andalucía, da el visto bueno a la ejecución cuando Lorca ya se encuentra en el Gobierno Civil, de donde sale el 18 de agosto con al maestro Dióscoro Galindo. Ambos son trasladados en coche a la finca La Colonia, donde coinciden con los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Lorca pasa sus últimas horas encerrado en la planta baja. Los reos son conducidos a Alfacar, hasta el barranco de Víznar. Lorca muere allí fusilado en la madrugada del 19 de agosto, al pie de un olivo. En esa zona, donde el enterrador forzoso Manuel Castilla testimonió ante Penón, primero, y luego ante Gibson, haber dado sepultura a poeta, comienza ahora la búsqueda.

Fuente: María Serrano. Diario Público

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